El Papa Francisco modificó en noviembre el protocolo de los funerales de los líderes de la Iglesia Católica para alejarlo de la ceremonia tradicional y acercarlo a una imagen más pastoral.
Eliminó símbolos como el uso de tres ataúdes, el catafalco y el báculo papal, para destacar que el pontífice es un “discípulo de Cristo”, no un líder mundano.
Otro de los cambios más significativos es que será enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, fuera de la Basílica de San Pedro.
Además, el cuerpo de Francisco ya no será expuesto en el Palacio Apostólico, como ocurría antes, sino que será trasladado desde su capilla privada en un único ataúd de madera con interior de zinc.
