En una ceremonia íntima celebrada en el Altar de las Confesiones de la Basílica de San Pedro, fue cerrado el féretro del Papa Francisco, luego de tres días de despedida pública.
El cardenal camarlengo, Kevin Farrell, cubrió el rostro del pontífice con un velo de seda blanca, lo bendijo con agua y colocó en el ataúd una bolsa con monedas y medallas emitidas durante su pontificado.
También depositó el Rogito, un obituario oficial inscrito en un cilindro metálico que acompaña los restos.
Con el cierre del féretro, el rostro del Papa ya no volverá a ser visto.
